DESCUBRIR NUESTROS TEMORES PARA ABRIR SUS ALAS

Recientemente el Periódico El Espectador publicó un artículo de una entrevista con la psiquiatra barranquillera Astrid Arrieta Molinares sobre el fenómeno creciente del suicidio en Colombia. De dicho artículo, que genera muchos cuestionamientos sobre esta triste e impactante realidad para nuestra sociedad, quisiera resaltar este aparte:

“A la generación joven se le llama generación de cristal porque los padres sobre protegen tanto a su hijos que no les permiten adoptar herramientas emocionales para enfrentar las dificultades ni para disfrutas las cosas más sencillas” .

La anterior afirmación la conecto con la experiencia de ser madre y de tener muchas familias cercanas por el rol que desempeño, lo cual me ha permitido percatarme de diversas situaciones en las que nos vemos como adultos, exigiendo y queriendo crear pequeños “paraísos” para nuestros hijos: el colegio perfecto, compañeros y amigos que no sean “riesgosos”, la profesora que creemos más idónea, servicios que funcionen de manera impecable, entre muchos otros.

Hoy vemos padres de niños en primera infancia hablando de “bullying”, llevándose a sus hijos de un Jardín porque “hay un niño que muerde o aruña” y madres tratando de solucionar entre ellas los conflictos que deberían afrontar los niños (si el objetivo es que desarrollen sus habilidades socioemocionales).

¿Qué es entonces lo que nos lleva a sobreproteger y a asumir este tipo de actitudes? Pues bien, creo que hoy nuestros procesos de crianza están demasiado permeados por el miedo. Un miedo que nos paraliza, nos bloquea, nos obnubila y, a veces, nos vuelve hiper-exigentes. Un miedo que nos impulsa a decir y hacer cosas a veces impensables, que nos lleva a agredir a otros en función de nuestros hijos o a huir de situaciones que deberíamos afrontar. Es claro que necesitamos el miedo en nuestro rol como padres y madres, pues no se trata de negar una emoción básica que nos moviliza a proteger y dar lo mejor para el otro. Sin embargo, a lo que me refiero es a un exceso de temores y culpas que quizás se dan por múltiples situaciones del contexto actual, por ejemplo:

  •  El escaso tiempo para los hijos por las dinámicas laborales, viéndonos retados a encontrar la forma de ser “buenos padres” con muy poco tiempo.
  •  El mundo competitivo, acelerado y globalizado, donde no tenemos el conocimiento y el control de todo lo que va a suceder y en el que la tecnología nos muestra y nos hace desafiar múltiples amenazas para los niños, adolescentes y las familias.
  • Problemáticas cada vez más crecientes como abuso sexual, maltratos, violencias en medios de comunicación, acoso escolar, suicidio temprano, trastornos alimentarios, etc.,que nos generan alertas permanentes.
  • Multiplicidad de teorías sobre la crianza que nos enseñan el deber ser como padres y madres, indicando lo que es respetuoso y lo que no; así, cuando nos vemos alejados de esas teorías y recibimos los juicios sociales, nos llenamos de angustia por no ser los padres perfectos para nuestros hijos.

Nos vemos entonces pidiendo o construyendo efímeras tranquilidades solo con el propósito de que nuestros hijos no tengan que “enfrentarse a un mundo tan complejo”. Creemos que si armamos un entorno con todo perfecto, nuestros hijos crecerán sanos y a salvo. Pero la realidad es que a este mundo es el que decidimos traerlos y solo viviéndolo de manera natural y asumiendo el riesgo y la imperfección como parte de la vida, podrán desarrollar todas las habilidades cognitivas y emocionales necesarias para no romperse como cristal.

Dice Gregorio Luri, filósofo y pedagogo:
“Claro que se van a equivocar y ya aprenderán de sus errores, como nos hemos equivocado todos. Vivir en un ambiente humano es vivir en un ambiente en el que ahora aciertas, ahora te equivocas, ahora no sabes muy bien, ahora dudas. Y eso hay que vivirlo sin dramatismo. Eso es ser humano”

Descubramos en nosotros como padres nuestros temores y culpas, esforcémonos en trabajarlos conscientemente y enfoquémonos en formar a nuestros hijos desde su potencial para que abran sus alas en el mundo que hoy les convoca.

Escrito por: Alejandra Pineda Arango.

Directora – Jardín Infantil Pelusa

 

Periódico El Espectador, Febrero 1 de 2020. https://www.elespectador.com/el-suicidio-no-debe-entenderse-como-
falta-de-carácter-articulo-902534

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