La confianza siempre ha sido como un pegante para las relaciones humanas. ¿Recuerdas cuando por primera vez dejaste a tu hijo en el jardín? Esto fue un gran acto de confianza.
Tuviste que confiar, entender que otros podrían ayudarte, que otros podían ser tus aliados y que tu hijo o hija iba a estar bien por unas horas, sin ti.
Igualmente, tuviste que confiar en las propias capacidades de tu hijo para desenvolverse en un mundo desconocido, para construir lazos con personas distintas a su familia y para sortear pequeñas dificultades. Ya podemos decir: ¡Lo hicieron juntos, lo lograron!
Hoy el mundo está lleno de noticias difíciles, de riesgos y amenazas que todo el tiempo tenemos frente a nosotros. Los niños y niñas en su aislamiento, y con lo que sienten y escuchan a diario, probablemente están configurando una serie de ideas sobre el mundo como algo “peligroso”.
Lograr que sea distinto, es una de nuestras misiones.
Por ello, es preciso implementar todas las acciones de cuidado posible y enseñar a los niños cómo hacerlo. Pero confiar, es también ahora una gran necesidad y la principal invitación que tenemos que hacer.
Tenemos que volver a creer en nuestras capacidades y en las de nuestros hijos para adaptarse a esta nueva realidad. Confiar en que las instituciones que nos respaldan, harán todo lo que esté en sus manos para contribuir a la seguridad colectiva; confiar en las palabras de las maestras cuando nos dicen lo importante que es estimular adecuadamente el aprendizaje en esta etapa, y lo más importante, confiar en que podemos tomar decisiones informadas, conscientes y orientadas, no por el miedo excesivo, sino desde el análisis pausado y tranquilo sobre distintas variables.
Nuestros hijos aprenderán de nosotros a confiar, y con ello, sabrán que en este mundo tan extraño, la confianza es un antídoto que nos permite encontrar lo bueno y lo bello en cualquier circunstancia.
Alejandra Pineda Arango
Directora