MIS AÑOS EN PELUSA: MAESTRA, MADRE Y ABUELA…
Siendo una joven recién graduada de la Normal Antioqueña, con muchas expectativas frente a la educación de esa época, fui llamada a entrevista al Jardín Infantil Pelusa, el cuál era dirigido por tres psicólogas, con gran claridad frente a la formación de niños y cuyo pensamiento más importante era que los niños que allí asistieran fueran felices. En 1984 ingresé como maestra y, en compañía de ellas tres, empecé a hacer realidad el sueño que venía cultivando desde años atrás.
Ya con una mirada diferente frente a la educación, con el pilar de pensar siempre en la felicidad de los niños, con grupos pequeños y personalizados, viendo que esas maestras me guiaban y ponían todo para su gran proyecto, (creatividad, unión, visión de la naturaleza como herramienta para aprender) comencé a sentirme más identificada con el trabajo que realizábamos a diario.
Uno de los retos más grandes fue ir creciendo en cantidad de niños, la llegada de más maestras, más familias, que nos lanzáramos a recibir niños que tenían pañal, entre otros asuntos cotidianos. Esto hizo que yo tuviera que trabajar en mí este gran desafío de darme cuenta de que, aún en medio de esto, se podía disfrutar de esos pilares que me habían enseñado: niños aprendiendo felices.
Todo esto generó en mí una certeza mayor frente al estudiar, meterme a cursos, leer y llevar eso que estudiaba a mi vida mi vida para trascender en todo lo que hacía, pensaba y soñaba. La naturaleza y sus tesoros iniciaron en mí una gran trasformación.
¿Qué soy y qué pasa hoy después de 34 años en mí, en esa maestra que llegó a Pelusa en ese momento? Me he transformado en una persona madura, objetiva y clara frente a la concepción de los niños, respetuosa frente a las etapas evolutivas de estos seres que acompaño en el día a día, y con una mirada de las familias de hoy muy diferente.
Siento una responsabilidad muy diferente por las familias de hoy y eso me permite aportarles confianza, guía para orientar a los niños a nuevos retos, acompañarlos a ser y encontrarse capaces ante la vida; puedo estar ahí para las familias, ayudarles a enfrentar esos temores que surgen en la infancia y volver al pilar de que la educación nace y crece en la casa, y nosotros los maestros somos su equipo de apoyo.
Estos 34 años han transformado en mí lo que concibo no solo frente a la educación, el otro, sino hacia mí misma. Con la llegada de mi nieta, empieza una nueva etapa en ese acompañar al otro, familia niños, maestras y sociedad desde los sentidos más profundos que me ha regalado la educación, para ver la vida con esos ojos de lo posible, de la felicidad y del amor que no solo transforman lo que hago sino lo que soy. Este nuevo amor que es más que verdadero, ha tocado y seguirá tocando mis actos, mis pensares, mis reflexiones, mis abrazos, mis teorías, porque la verdadera educación nace en lo más profundo del ser y toca todo lo que nos rodea.
Es así como cada día me siento más feliz de ser MAESTRA, MADRE Y ABUELA como un estilo de vida, no solo como una actividad que realizo en el marco de las horas laborales, sino que transita todo lo que soy y lo que me define a diario. Espero que al vivir esto desde todo mi ser como ha sido el sello que ha tenido Pelusa en mi vida, les permita a las familias con las que sigo creciendo cada año, no solo tener una gran maestra, sino descubrir que los niños pueden ser felices mientras aprenden.
Maestra Liliana González
Felicitaciones por aportar a tantos niños tú experiencia y amor a través de estos años.
Lili gracias por tanto amor y apoyo! Haz sido fundamental en el proceso formativo de esta primera etapa escolar de nuestro hijo, te llevamos en el corazón. Felicitaciones a pelusa por contar con una gran formadora.