Desde que nacemos, los seres humanos tenemos a disposición un recurso proveniente de la propia naturaleza para nutrirnos: la leche materna; esta contiene todo lo que necesitamos para vivir en perfectas condiciones, desarrollarnos sanamente y preparar nuestro sistema inmunológico. Además, viene en el mejor empaque que es el pecho de la madre, con quien conectamos emocionalmente, entendiendo que alimento + afecto sostienen una estrecha relación.
Poco a poco, por asuntos culturales y creencias instauradas desde la sociedad de consumo, así como dinámicas de vida basadas en lo rápido y lo fácil, nos vamos desconectando de esa alimentación que proviene de la naturaleza, y empezamos a consumir leches procesadas, compotas conservadas en frascos y, de ahí en adelante, una serie de productos mal llamados alimentos.
Esto nos ha llevado a tener hoy una gran crisis alimentaria y ambiental, con altos índices de enfermedades metabólicas, obesidad infantil, malnutrición y muerte por enfermedades de todo tipo. Ni qué decir también de los estudios que hoy demuestran la relación entre los alimentos que se consumen y los distintos trastornos y/o dificultades en el neurodesarrollo de los niños.
En nuestro Jardín Infantil Pelusa, conscientes de nuestro papel con la infancia y con una gran comunidad a la cual impactamos, vamos recorriendo hace unos años un camino denominado transformación alimentaria, en el cual buscamos crear un ambiente escolar saludable, desde una alimentación natural y consciente para toda la comunidad educativa.
Gracias a este programa, hemos aprendido muchos asuntos y queremos resaltar algunos de ellos, considerándolos claves para las familias en las dinámicas del hogar:
- La verdadera nutrición es la que está basada en lo que la tierra nos entrega: frutas, vegetales, proteínas, semillas y granos, leguminosas, lácteos, entre otros. Entre más puros podamos consumirlos, mucho mejor para nuestro organismo.
2. Los alimentos ultraprocesados contienen numerosos agentes dañinos para nuestro organismo, además de tener efectos adversos para el planeta por sus empaques.
3. Una relación sana con el alimento empieza por acercarnos a este desde todos los sentidos, explorándolo desde el olor, sabor, textura, color; también, se gesta desde la posibilidad de tener en la mesa conversaciones cálidas y formativas, que generen un ambiente amigable y cercano, y no de angustia o estrés por la presión de “tener que comer o comer rápido”.
4. La diversidad de alimentos permite a los niños expandir su mente y generar múltiples conexiones neuronales. Si bien hay alimentos que ellos prefieren consumir, no podemos dejar de presentarles opciones nuevas y diferentes. Se trata de lograr una alimentación que no sea monótona o aburrida, que ofrezca también la posibilidad de asombrarse.
5. Lo que para el niño se va convirtiendo en algo natural, es eso que los adultos les presentamos de manera cotidiana; si las verduras o las frutas están en sus menús, para ellos no serán extrañas y las empezarán a incorporar a sus esquemas de referencia. Mostrarle los alimentos en sus diferentes estados será importante: en la huerta, sin cocinar y ya preparado en diferentes formas.
6. La mesa es un escenario óptimo para formar hábitos de autonomía y para aprender sobre respeto, convivencia y valores. También, es un momento perfecto para cultivar una actitud de gratitud por los alimentos, pues detrás de ellos hay toda una cadena: la luna, el sol, el campo, el campesino, el comprador y quien lo cocina. Para lograr ese propósito, los niños deben estar en esa mesa, incluidos con los adultos que están cenando allí y no en sillas o mesas aparte.
7. Los niños y niñas desde pequeños, deben ser también incluidos en la distribución de responsabilidades –acordes a su edad – en torno a la preparación de la mesa o en la organización de la misma al terminar. Esto formará en ellos autonomía, responsabilidad, orden y sentido de cooperación.
8. Ninguna relación se construye desde “estados de ausencia”. Por ello, las pantallas a la hora de comer, no son la mejor idea. Distraen al niño de la posibilidad de conocer, acercarse, conversar y conectarse con los alimentos.
9. Mientras más incluyamos alimentos locales y de temporada en nuestros hábitos alimentarios y compremos a los pequeños productores, estaremos contribuyendo al cuidado del ambiente y a la sostenibilidad de nuestro país.
10. La armonía nos remite al equilibrio y el equilibrio exige no tener posturas rígidas, absolutistas o extremistas frente a la alimentación. En lugar de discursos basados en “nunca comas de esto porque es malo”, propongamos al niño: “siempre podrás probar y elegir alimentos que hagan mayor bien a tu cuerpo y tu mente”.
En este camino hay mucho más por aprender, por lo que Pelusa sigue firme en su decisión de seguir resaltando la relevancia que tiene el componente de alimentación y nutrición en el desarrollo integral, tanto del niño como de su familia; además, en promover estilos de vida que se conectan con principios colectivos de cuidado, respeto y sostenibilidad ambiental.